Esta demostrado que los ecosistemas dominados por especies exóticas son insostenibles a largo plazo (Rapoport, 1975; McDonall & Cooper, 1995). El declive y extinción de especies nativas debido a las invasiones biológicas, dependiendo de los casos, puede deberse a uno o a varios mecanismos actuando conjuntamente, como la predación, el parasitismo, la trasmisión de nuevas enfermedades, la competencia por los recursos, la contaminación genética, hibridación, etc. (Díaz et al., 1998; Romero-Alcaraz & Ávila, 2000; Clavero & García-Berthou 2005; Downey & Richardson 2016).
El problema de las invasiones biológicas es de una dramática magnitud y lo peor es que es casi ignorado y, en cualquier caso, poco valorado. El peor problema es no saber que existe el problema, por lo que a veces se producen extinciones silenciosas, que pasan desapercibidas (Guijarro, 2001). Es preciso tenerlo muy en cuenta ya en todas las políticas de conservación (Dana et al., 2003). Por otro lado, las plantas autóctonas son especies adaptadas al clima, suelo y condiciones ambientales de una región geográfica, por lo que su uso en jardinería representa numerosas ventajas en cuanto a mantenimiento del mismo y desarrollo exitoso de la vegetación.
Adaptación al clima:
Las plantas y árboles autóctonos están naturalmente adaptados a las condiciones climáticas y de suelo locales. Esto significa que requieren menos riego y mantenimiento, lo que es crucial en grandes ciudades donde el consumo de agua es un tema importante. Los estudios de ecología urbana señalan que las plantas autóctonas toleran mejor las variaciones estacionales y las condiciones urbanas, como la contaminación. En cambio, las plantas exóticas pueden necesitar más cuidado, ya que no están adaptadas a la región. Fuentes como la Sociedad Española de Ciencias Hortícolas y estudios de la Universidad de Barcelona han subrayado la importancia de la flora autóctona en zonas urbanas para reducir la huella hídrica y energética.
Por todo esto, una especie autóctona va a necesitar menos mantenimiento, lo que se traduce no solo en menos trabajo, sino en más posibilidades de éxito, reduciendo significativamente los gastos de mantenimiento.
Sostenibilidad:
Las plantas nativas requieren menos fertilizantes y pesticidas porque ya han evolucionado para resistir las plagas locales y prosperar en las condiciones naturales de la región. Esto reduce el uso de productos químicos que pueden contaminar el agua y los suelos. Investigaciones en horticultura urbana, como las publicadas por el Journal of Environmental Management, demuestran que el uso de flora autóctona contribuye a la reducción de productos agroquímicos, ayudando a la creación de espacios verdes más sostenibles.
Soporte para la fauna local
Los árboles autóctonos son el mejor soporte para la fauna local que los árboles exóticos por varias razones:
Co-evolución: La flora y la fauna locales han evolucionado juntas durante miles de años. Los animales autóctonos están adaptados a utilizar los árboles nativos como fuentes de alimento, refugio y lugares de cría. Las especies exóticas, al no compartir esa historia evolutiva, no suelen ofrecer los mismos recursos.
Alimento especializado: Muchos animales dependen de plantas específicas para su dieta. Por ejemplo, ciertos insectos se alimentan exclusivamente de hojas de árboles nativos, lo que no sucede con especies exóticas que no son reconocidas como alimento.
Microhábitats: Los árboles autóctonos crean microhábitats que benefician a la fauna local. Su corteza, hojas y ramas proporcionan refugio a muchas especies, desde aves hasta insectos, que no encuentran las mismas condiciones en árboles exóticos.
Ciclos naturales: Los árboles autóctonos siguen los ciclos estacionales locales, lo que significa que sus frutos, hojas o flores están disponibles en el momento adecuado para la fauna. Los árboles exóticos pueden tener ciclos diferentes, lo que desajusta la sincronización con las necesidades de los animales.
Compatibilidad ecológica: Las plantas autóctonas suelen ser parte de complejas redes ecológicas que involucran a otros organismos como hongos, bacterias y polinizadores. Estas redes ayudan a mantener un ecosistema saludable, mientras que las especies exóticas pueden alterar estas relaciones.
En resumen: Promover los árboles autóctonos no solo beneficia a la fauna local, sino que también ayuda a mantener la biodiversidad y la estabilidad de los ecosistemas.
Prevención de especies invasoras:
Plantar flora exótica puede aumentar el riesgo de introducir especies invasoras que desplazan a las nativas, alteran los ecosistemas locales y causan daños a la biodiversidad. Sí bien la flora local crean un entorno menos favorable para las especies invasoras exóticas creando a la vez un entorno favorable para la fauna local. Esto ha sido documentado en estudios sobre ecología invasiva, como los realizados por la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). En España, por ejemplo, especies exóticas invasoras como la acacia o el ailanto han causado problemas significativos al desplazar especies locales y cambiar la estructura del suelo, y en lo referente a fauna, los grandes jardines se han convertidos en pequeñas selvas tropicales, siendo estos paraísos para aves como son el caso de las cotorras, donde al encontrar los grandes árboles, naturales de sus zonas de origen, se han adaptado perfectamente a las nuevas zonas, desplazando a fauna autóctona como es el caso del nóctulo gigante y del cernícalo primillas así como de otras aves.
1. Olivos: Árboles icónicos del paisaje andaluz, resistentes y adaptados al clima seco.
2. Alcornoques: Árboles de gran tamaño que se destacan por su corteza gruesa y rugosa, de donde se extrae el corcho.
3. Almendros: Con sus flores blancas o rosadas, estos árboles añaden belleza y sombra al jardín.
4. Romero: Arbusto aromático de hojas finas y flores pequeñas, que es muy común en el monte bajo mediterráneo.
5. Tomillo: Otra planta aromática que cubre el suelo, con un aroma intenso y pequeñas flores.
6. Lavanda: Con su característico color púrpura y aroma relajante, esta planta es muy común en la región.
7. Jaras: Plantas silvestres de flores blancas o rosadas que añaden color y naturalidad.
8. Retama: Arbusto de flores amarillas que resalta en el paisaje seco.
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